Cecilia Domeyko presenta Sacrificio en la Frontera en la Feria Internacional del Libro de Lawrence
“Me atreví a venir al norte para dar alas a mi voz.
Y ahora cómo canto con el alma partida en dos,
con el alma partida en dos.”

Al entrar al Lawrence Public Library, sentí un estremecimiento profundo. No era solo la emoción de participar en la Feria Internacional del Libro de Lawrence, Massachusetts, que tuvo lugar entre el 16 y 19 de octubre, sino la conciencia de estar cerrando un círculo vital. Después de una larga trayectoria como documentalista, periodista y guionista, volvía al encuentro con mis raíces literarias para presentar mi primera novela, Sacrificio en la Frontera.
El espacio estaba lleno de voces y acentos de toda América Latina. Escritores, poetas y artistas de diversos países compartían el entusiasmo de verse reflejados en un mismo idioma y en una misma pasión: la palabra. Chile, mi país de origen, tuvo una presencia especial en esta edición, y me sentí profundamente conmovida de formar parte de ese grupo de autores chilenos que, desde distintos rincones del continente, seguían creando puentes culturales a través de sus obras.
Fui presentada por Taty Hernández, vocal de la Junta Directiva de la Feria, quien con cálidas palabras destacó mi trayectoria audiovisual y el tránsito natural que había hecho hacia la literatura. Cuando subí al escenario, tuve claro que debía comenzar mi presentación con los versos que abren la novela. Tomé el micrófono y, con voz temblorosa pero firme, leí el poema que le da título al libro: “Alma partida en dos.”
Mientras pronunciaba los versos —“Me atreví a venir al norte para dar alas a mi voz. Y ahora cómo canto con el alma partida en dos”— sentí que no era solo yo quien hablaba, sino las miles de mujeres que conocí durante mis años de investigación en pequeñas comunidades migrantes de Estados Unidos. Mujeres que cruzaron el río con sus hijos, que dejaron atrás su tierra, su lengua y su historia, pero no su fuerza.
El silencio en la sala fue total. Algunos rostros se humedecieron, y al concluir el poema estalló un aplauso cálido que aún puedo escuchar. Fue en ese instante cuando comprendí que Sacrificio en la Frontera no era solo una novela, sino un testimonio o compartido.
Después de la lectura, el público me hizo preguntas sobre el origen del libro, sobre qué me impulsó a escribirlo. Expliqué que la inspiración nació de mis conversaciones con cientos de migrantes en los pueblos fronterizos entre México y Estados Unidos. Durante años, entrevisté a hombres y mujeres que habían cruzado el río buscando una vida mejor, y escuché sus historias de pérdida, esperanza y amor. De esas voces surgió Yoali, la protagonista de mi novela, una joven madre que, tras perder a su pequeño hijo en el río, encarna el sacrificio, el coraje y la ternura que definen a quienes se atreven a reinventarse más allá del dolor.
La recepción fue entusiasta. Muchos se acercaron después de la presentación, queriendo conocer más sobre el proceso de escritura o adquirir un ejemplar del libro. Vendí todos los ejemplares que había llevado, cada dedicatoria distinta, cada nombre un encuentro. Varias personas me dijeron que el poema les había recordado a sus propias madres o abuelas, y comprendí, una vez más, que la literatura tiene el poder de hacer visible lo invisible.
Más allá de la emoción del evento, aquella jornada en Lawrence tuvo para mí un sentido especial. Era la primera vez que presentaba mi novela ante un público internacional, y lo hacía rodeada de colegas latinoamericanos que, como yo, habían recorrido largos caminos entre países, lenguas y disciplinas. Esa hermandad de la palabra, esa comunión cultural, fue uno de los mayores regalos del encuentro.
A lo largo de los días de la feria, tuve además la oportunidad de visitar dos escuelas secundarias en Lawrence, donde varios autores fuimos invitados a hablar con los estudiantes sobre la escritura como forma de expresión. Ver sus rostros atentos, sus preguntas curiosas, me devolvió la esperanza en el poder transformador de las historias. Les hablé de cómo cada uno de nosotros lleva dentro una voz única, y cómo escribir —aunque a veces duela— puede sanar lo que el silencio no alcanza a curar.
Mi carrera como documentalista me enseñó a escuchar y a observar; mi paso a la literatura me enseñó a sentir desde la palabra escrita. Sacrificio en la Frontera fue primero escrita en español, y luego traducida al inglés por mí misma, como un puente entre dos mundos. La edición en español tuvo su segunda publicación a través de Editorial Forja en Santiago de Chile, mientras que la versión inglesa vio la luz en República Dominicana y está siendo reconsiderada para una nueva edición por Editorial Cinco Puntos en Nueva York.
Presentar esta obra en Lawrence fue como reunir todas las piezas de mi vida: el periodismo, el cine y la literatura, unidos por un mismo hilo invisible —la necesidad de contar las historias que el mundo suele olvidar.
Cuando terminó la presentación, el público se acercó en el interior de la biblioteca para conversar, compartir impresiones y adquirir ejemplares del libro. En ese ambiente cálido, rodeada de libros, voces y emociones, sentí una gratitud inmensa. No solo por el reconocimiento del público, sino por la oportunidad de haber convertido la frontera en un espacio de encuentro y no de separación.
Ese día, en Lawrence, comprendí que mi voz —aquella que se partió en dos entre el norte y el sur— había encontrado su eco. Que mi canto, aunque herido, seguía siendo canto.





